“Juan Bautista San Miguelek emandako mezan
zehar, ordea, Iñarra ez zen ondo sentitu et eskua zenbait aldiz eraman zuen
burura eta bularraldera. Hala ere, Jaun Hartzea eman zien bertaratutakoei,
ohiko bere estilo pertsonalarekin.
Meza amaituta eta San Miguel sakristiako bidea hartzen ari zela
erretorea aldareko gauzak batzera prestatu zen. Orduan zerraldo erori zen aldarearen
aurrean, bihotzekoak jota (1). Eta mediku
laguntza aurki iritsi arren ez zuten ezer egiterik izan: hila zegoen, bere
rokete eta estola berdearekin. Parrokian zeuden eliztarren artean Pakita
arreba eta Mertxe loba zeuden.
Albistea bolbora bailitzan hedatu zen
herrian. Konmozioa itzela izan zen. Eta hilotza Abade Etxeko erretorearen
bizilekura eraman zuten. Gaueko 10’30etan herriko apaizak eta Mankomunitateko
Koordinatzailea bildu ziren bertara eta erretore berria izendatu bitartean
Javier Etxebarria aukeratu zuten ordekoa. Herriko alkatea – Jose Antonio
Altuna- ere agertu zen eta senitartekoei planteatu zien biharamuneko lehen
orduan hil kapera Udaletxean jartzea, herritarrek azken agurra eman
ziezaieten, hogeita hamabost urtez euren erretore izandakoari. Onartu egin
zen proposamena baina hil kapera igandeko arratsaldeko 2etan parrokiara
aldatuko zela adostu ondoren.
Urriaren 3ko goizeko 9etan jarri zen hil
kapera Udaletxeko Gela Nagusian eta milaka arrasatearren desfilea hasi zen.
Emozioa handia izan zen. Hilkutxaren oinetan Arrasateko bandera zegoen eta
dozenaka lore sortak inguratzen zuten erretorearen gorpua.
Eguerdiko 12etan Udalaren Ezohiko Pleno
Bilkura izan zen. Jose Antonio Altunak ireki zuen saioa, “Y con la promesa de
servir a la Villa y sus habitantes, en permanente servicio” Iñarraren 1966ko
hitzak gogoratu ondoren, Udalak onartutako mozioa irakurri zuen:
“Es evidente el
cumplimiento de aquella promesa hecha a nuestro pueblo, porque D José Luis
nos ha dejado como ha vivido: sirviendo. Nos deja un Pastor, un Maestro que
ha sido humano y humanista. Sus 35 años en Mondragón no sólo le hacen
conocedor de las generaciones de esos años, sino que también de las
anteriores. El conocía como nadie las vicisitudes y los problemas del pueblo.
Vamos a notar su falta. Ha sido ejemplo en todos los órdenes de la vida y ha
sido ejemplo en el sacerdocio. Ejemplo de pasado y de presente y guía de
futuro para todos, sacerdotes y seglares”
Jarraian Udalak bere sentimendu eta
samintasunaren aitorpena egiten zuen idazkian, hogeita hamabost urtez San
Juan Bataiatzaileko erretore izandakoa kristau eta herritar jatorraren
adibidea zela adieraziz.
Arratsaldeko ordu biak aldera, alkateak
Iñarrari agur hunkigarria eskaini ondoren, zinegotzien lepoan eraman zen
hilkutxa parrokiara. Eta meza baten ostean hil kapera ireki zen bertan
arratsaldeko seiak arte.
Hasiera batean hileta elizkizunak parrokian
bertan ematea pentsatu bazen ere, aurki ohartu ziren eliz agintariak hori
ezina izango zela, hurbilduko ziren lagun guztientzako tokirik eza zela eta.
Beraz, herriko plazara aldatu zuten zeremonia. Sei apaizek eraman zuten
hilkutxa plazaraino. Jazinto Argaya eta Jose Maria Setien Gotzain eta Gotzain
Laguntzailea, hurrenez hurren, izan ziren elizkizunetako buruak. Laurogei apaizek
betetzen zuten plazako kioskoa, eta plazan zein ondoko kaleetan... milaka
herritar, Arrasatekoak eta kanpotik etorritakoak (2). Parrokiako
abesbatzak Perosiren Meza kantatu zuen.
Argaya Gotzainak “Iñarra, bakea bilatu
zuen gizona” zela esan zuen homilian, ez galtzaile ezta garailerik ere
nahi ez zuen pertsona zela aitortuz. “Sakon maite zuelako, sakon sufritu
du” adierazi zuen ere bere hitzetan. Hileta amaitzean emozioak goia jo
zuen, hara bildutakoengandik “Agur jaunak” kanta sortu zenean. Eztarriak korapilatuta
eta begiak malkoz beterik esan zion agur Arrasateko herriak Jose Luis
Iñarrari, bere parrokoari. Hantxe zeuden ere, heriotza gertatu izan ez balitz
ordu hartan Iñarrarekin Oiartzunen bazkaltzen egongo ziren bere kinto kideak”
Egun haietako kronika batzuetako lagina dira
ondokoak, hiruak Arrasateko kronikagileek euren egunkarietan agertuak:
“... A la hora de cerrar
esta información dentro de la tristeza nos sirve de consuelo comprobar que
esa manifestación jamás conocida, nunca vista en Mondragón, ha sido
testimonio de todo cuanto le queríamos a quien tantas veces hemos llamado en
estas a “nuestro querido y dignísimo Párroco" (3)
“... El corazón se paró y con él se nos llevó a
uno de los hombres más grandes que ha tenido Mondragón." (4)
“... Es difícil hacer su
semblanza, cuanto que toda ella constituía una ininterrumpida misión
evangelizadora... Se nos ha ido un hombre, Padre de todos, sin excepción de
ideas ni conductas" (5)
|
“Durante la misa, oficiada por Juan Bautista
San Miguel, Iñarra no se sintió bien, llevándose en más de una ocasión la
mano a la cabeza y al pecho. No obstante, dio la comunión a los asistentes
con su habitual estilo desenfadado. Una vez terminada la misa y cuando San
Miguel se dirigía a la sacristía, el párroco se preparó para recoger los
utensilios del altar. Y allí mismo, frente al altar, cayó fulminado por un ataque
al corazón (6).
A pesar de la rápida asistencia médica, no se pudo hacer nada: Iñarra yacía
cadáver con su roquete y su estola verde. En la parroquia, entre los
feligreses estaban su hermana Pakita y su sobrina Mertxe.
La noticia se propagó en la villa como la
pólvora. La conmoción fue enorme. El cadáver fue trasladado al piso del
párroco en la Casa Cural. A las 10´30 de la noche se reunieron allí mismo los
sacerdotes locales y el Coordinador de la Mancomunidad y designaron a Javier
Etxebarria como sustituto hasta nombrar al nuevo párroco. Acudió también el
alcalde José Antonio Altuna, quien planteó a la familia la posibilidad de
instalar la capilla ardiente en el Ayuntamiento a primera hora de la mañana
del día siguiente, para que así los mondragoneses pudieran dar el último
adiós al que había sido su párroco durante treinta y cinco años. Tras acordar
que la capilla ardiente sería trasladada a la parroquia el domingo a las 2 de
la tarde, la propuesta fue aceptada.
A las 9 de la mañana del día 3 de octubre la
capilla ardiente quedó instalada en el Salón de Actos del Ayuntamiento y de
inmediato comenzaron a desfilar por allí miles de personas. Se vivió una
intensa emoción. La bandera de Mondragón fue colocada a los pies del féretro
y los ramos de flores rodeando el cadáver del párroco se contaban por
docenas.
A las 12 del mediodía la corporación
municipal celebró un Pleno Extraordinario. José Antonio Altuna abrió la
sesión recordando estas palabras pronunciadas por Iñarra en 1966: “Y con la
promesa de servir a la Villa y sus habitantes, en permanente servicio”. A
continuación leyó la moción aprobada por la Corporación:
“Es evidente el cumplimiento de aquella
promesa hecha a nuestro pueblo, porque D José Luis nos ha dejado como ha
vivido: sirviendo. Nos deja un Pastor, un Maestro que ha sido humano y
humanista. Sus 35 años en Mondragón no sólo le hacen conocedor de las
generaciones de esos años, sino que también de las anteriores. El conocía
como nadie las vicisitudes y los problemas del pueblo. Vamos a notar su
falta. Ha sido ejemplo en todos los órdenes de la vida y ha sido ejemplo en
el sacerdocio. Ejemplo de pasado y de presente y guía de futuro para todos,
sacerdotes y seglares”.
Seguidamente, la Corporación municipal
manifestaba su sentimiento de dolor en el escrito, declarando que el que
había ejercido como párroco de la parroquia de San Juan Bautista durante tres
décadas y media había sido el prototipo de cristiano y ciudadano ejemplar.
Hacia las dos de la tarde, tras la emotiva
despedida que el alcalde tributó a Iñarra, los ediles llevaron a hombros el
féretro hasta la parroquia. Y después de celebrarse la misa, la capilla
ardiente quedó instalada allí mismo hasta las seis de la tarde.
Si bien en un principio la intención era
celebrar los funerales en la parroquia, las autoridades eclesiales no
tardaron en percatarse de que la idea resultaba imposible de realizar, ya que
no disponían de espacio suficiente para toda la gente que iba a acudir. Por lo tanto, trasladaron la ceremonia a
la plaza del pueblo. Seis curas llevaron el féretro hasta la plaza. Jacinto
Argaya y José Maria Setien, Obispo y Obispo Auxiliar respectivamente, fueron
los encargados de oficiar la ceremonia. Ochenta curas se agolpaban en el
quiosco de la plaza y tanto la plaza como las calles adyacentes se
encontraban abarrotadas por miles de ciudadanos de Mondragón y de fuera (7). El coro de
la Parroquia cantó la Misa de Perosi.
El Obispo Argaya pronunció la homilía en la
que dijo que Iñarra había sido “un
hombre en pos de la paz”
una persona que no deseaba que hubiera ni vencedores ni vencidos. “Sufrió
profundamente porque amó profundamente” fueron también algunas de sus
palabras. Al concluir el funeral, la emoción alcanzó su cénit cuando los
asistentes comenzaron a entonar el “Agur jaunak”. Con un nudo en la garganta
y lágrimas en los ojos, el pueblo de Mondragón dijo adiós a José Luis Iñarra,
su párroco. Allí estaban también los compañeros de quinta de Iñarra, con
quienes, de no haber acontecido su muerte, habría estado en aquel momento compartiendo
mesa en Oyarzun.
Estos son algunos extractos de las crónicas
de aquellos días, los tres escritos por los corresponsales mondragoneses de
los respectivos diarios:
“... A la hora de
cerrar esta información dentro de la tristeza nos sirve de consuelo comprobar
que esa manifestación jamás conocida, nunca vista en Mondragón, ha sido
testimonio de todo cuanto le queríamos a quien tantas veces hemos llamado en
estas a “nuestro querido y dignísimo Párroco" (8)
“... El corazón
se paró y con él se nos llevó a uno de los hombres más grandes que ha tenido
Mondragón." (9)
“... Es difícil hacer su semblanza, cuanto que toda
ella constituía una ininterrumpida misión evangelizadora... Se nos ha ido un
hombre, Padre de todos, sin excepción de ideas ni conductas" (10)
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